La Palabra de Dios no cambia

Fundamento: la Palabra permanece

Todo en la vida puede cambiar —casas, empresas, planes, incluso el color del cabello— pero la Palabra de Dios no cambia. No es palabra de hombre, sino del Dios vivo.

Isaías 40:8 — “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.”
Hebreos 13:8 — “Yeshúa el Mesías es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”

Si alteramos el mensaje para adaptarlo a la cultura del momento, dejamos de hablar la verdad que salva.

Santidad: condición para ver al Señor

La santidad no es un opcional para “los más espirituales”, es condición para ver al Señor.

Hebreos 12:14 — “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

El llamado a la santidad atraviesa toda la Escritura (Tanaj y Nuevo Testamento Judío). Dios no cambia Su estándar solo porque cambie la época.

El peligro de suavizar el mensaje

“Suavizar” el mensaje puede parecer misericordioso, pero en realidad le quita el poder que salva.

Romanos 1:16 — “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…”
Gálatas 1:8–9 — Si alguien anuncia un evangelio diferente, “sea anatema”.
Juan 12:48 — La palabra del Mesías juzgará en el día final.

Quitar, añadir o reinterpretar para agradar a la cultura es jugar con el alma de las personas y con su salvación.

Proverbios 30:5–6 — “Toda palabra de Dios es limpia… No añadas a sus palabras.”

Fidelidad en tiempos de cambio

El estándar no se negocia

El estándar de Dios se mantiene. Cambian las modas, pero el llamado a obedecer permanece.

Predicar como está escrito

La responsabilidad de quienes enseñan es proclamar lo que está escrito, no lo que el mundo quiere oír. La fidelidad protege a la congregación de errores y cuida su destino eterno.

Conclusión y llamado

Dios envió a Su Hijo unigénito para salvación. Este mensaje no se edita ni se negocia. Llamamos a volver a la Palabra, a vivir en santidad y a rechazar toda dilución del evangelio.

Juan 3:16 — “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”