Concilios y el Papado
A partir del siglo cuarto, la fe en Yeshua fue absorbida por el Imperio Romano a través de los concilios eclesiásticos. El más conocido, el Concilio de Nicea en el año 325, marcó el inicio de una estructura religiosa jerárquica y centralizada. Allí se impusieron nuevas doctrinas y se desligó la fe de sus raíces hebreas.
Con el tiempo, el obispo de Roma fue ganando poder hasta consolidarse como Papa. Esta figura pasó de ser un guía espiritual a convertirse en un líder político-religioso con influencia mundial. La institución papal promovió dogmas ajenos a las Escrituras y persiguió a quienes no se alineaban con sus decretos.
Los concilios sucesivos continuaron definiendo doctrinas humanas, prohibiendo el Shabat, introduciendo imágenes, exaltando a María y reemplazando el mensaje del Reino por un sistema religioso imperial.
Aunque este sistema se consolidó como "iglesia oficial", el verdadero cuerpo de creyentes permaneció oculto, perseguido y disperso, pero fiel al Mesías Yeshua.